relato fraccionado

¡Achis! Os presento la segunda parte. ¡Recordad leer la primera los q no lo habeis hecho! ¡Achus! besitos

Segundo acto

Toda la familia se reunió para recibir a Miguel o para presenciar el engaño, según como se mire.
La abuela Margarita, como le llamaba su nieta, llevaba toda la mañana trajinando de aquí para allá.
Desde las ocho de la mañana que se había levantado, se había limpiado concienzudamente con su guante azul sin necesidad de pedir ayuda a nadie, se había comido un yogurt y había ido a la peluquería cogida de su bolso negro. “ Hacia tiempo que no le veíamos por aquí señora Margarita” le había dicho la peluquera.
Al llegar a casa ya estaba agotada, eran las once.
Se sentó un momento en el sillón preferido de su difunto marido, antes de seguir con la larga lista de tareas que tenia en mente.
Llamaron a la puerta. Su hija.
- ¿No me digas que has empezado a hacer cosas, mamá? He venido más temprano para ayudarte. Siéntate y yo me pongo en la cocina.
- No hija, lo quiero hacer yo. Voy a hacer pollo al horno, el preferido de mi Miguel.
Mamen sabia que no la convencería así que propuso ayudarla.
A la una la comida ya estaba hecha y la casa olía a rico.
Margarita empezó a revisar si cada figurita de porcelana del estante estaba en su sitio.
- ¿Porque no acabas de arreglarte, mientras yo hago los entrantes, mamá? Le sugirió su hija viendo el creciente nerviosismo de su madre.
La abuela entró en el baño y sacó un enorme estuche rosa, del último cajón.
A la dos y cuarto llamaron a la puerta. Esta vez su otra hija, su marido, Gloria y Miguel. El falso Miguel.
Cada uno le dio un beso en la mejilla. Al llegarle el turno a Miguel, ella le cogió la cara con sus arrugadas manos. Estaban calientes.
- Hola abuela- susurró Jorge.
Los oscuros ojos de la anciana se llenaron de lágrimas que secó su nieto con su pulgar derecho, con delicada ternura.
Nadie dijo nada, todo el mundo observaba el espectáculo, sin escenario esta vez.
Todos se sentaron a la mesa y nadie le dio especial atención a la abuela completamente absorta en cada movimiento que hacia su nieto.
Cada miembro de la familia intentaba sacarle importancia a la llegada del tantos años desaparecido Miguel.
Al acabar de comer, cuando ya se creía la prueba superada la abuela anunció:
- Quiero que me dejéis a solas con Miguel.
- ¿Cómo a solas!- se sobresaltó Gloria.
- Dejadme pasar la tarde con él.- siguió Margarita.
- Pues claro mamá. La tranquilizó Mamen cogiéndole de la mano.
- ¡Nosotros también queremos estar con él abuela! Insistió Gloria, desconfiando de las aptitudes actorales de Jorge.
Se hizo el silencio en la mesa. Un minuto interminable que Jorge quebró:
- Yo me quedo con mi abuela.
Su rostro desprendía serenidad y autoridad al mismo tiempo, pero su corazón latía cada vez con mas fuerza. Por un momento creyó marearse pero sorbió un poquito de café y se le pasó.