Fresa ácida

Los q me leeis desde hace mas tiempo sabreis q hace mucho q no cuelgo uno de mis realtos. Os contaré pq. A mi me gustan los posts cortos y pienso q a los dmas les pasara como a mi q no tienen tiempo, pero no tiene pq ser así. Total q os cuelgo el último a ver si alguien se atreve a empezarlo y a acabarlo sin dormirse.

Por fin habían conseguido quedar. Llevaban más de un mes intentando tener una cita.

Primero ella; estuvo cuatro días en Bruselas. En el gabinete habían sido claros, debía asistir a tres conferencias sobre leyes internacionales y, por supuesto, hacerse ver en los actos protocolarios: El cóctel de bienvenida y la cena de gala.
Al llegar tuvo que hacer un par de seminarios en la universidad, eso siempre viene bien- le había dicho su jefe- nos da prestigio. ¡Si claro! pero ella ya tenia trabajo con el caso de Rodríguez.
Por si eso fuera poco a su mejor amiga no se le había ocurrido mejor momento para parir a su primera hija.
Y luego había sido él; no se perdió ni un concierto en el festival reggae de Tormandos. Autobús arriba, autobús abajo y pocas horas de sueño. Volvió, hizo una lavadora y se marchó de nuevo. En Ibiza un amigo suyo le estaba esperando para inaugurar su piso. Sin su guitarra no podía estrenar la casa, le gritó por el auricular del móvil. Pope, tan loco como siempre…
Aunque solo estuvo el fin de semana, tanta fiesta pasa factura. Las dos semanas siguientes se las pasó en cama y como único acompañante la gripe, tres mantas y un antibiótico cada 6 horas.

Y ahora, por fin, Marga estaba poniendo la mesa para cenar con Jorge. Parecía un chico majo, no se conocían demasiado pero quizá esta vez sí salía bien. Por lo menos había entendido que ella estuviera tan ocupada, posiblemente él también lo estaba, pensó.
Sabía que era un aventurero nato y justamente por eso le apetecía quedar con él, un cambio de rumbo en su vida no le vendría mal.
Al risotto le faltaba poco. Ella se duchó, se perfumó, se alisó el pelo, se maquilló, se puso su falda preferida, la negra y la conjuntó con una blusa azul pastel. Un colgante discreto y todavía faltaban diez minutos para las nueve.

Las nueve. Sacó el vino de la nevera y lo puso en la mesa, pulsó el play de la mini cadena plateada situada en un rincón del salón y empezó a sonar “la chica de Ipanema”.

Las nueve i cinco, estará aparcando pensó, encendió la lamparita del fondo y apagó la general para darle un ambiente mas romántico a la sala. Cogió la botella de vino y se dispuso a descorcharlo. El metal del cuchillo estaba frío y le costó varios intentos sacar el plástico que envolvía el corcho del Rioja. Finalmente se sirvió una copa; la alzó, observó su rojizo contenido a contraluz, lo olió y por último lo cató.

Ya eran las nueve y veinte y el chico no había aparecido. Marga fue a mirar su agenda; Efectivamente tenia escrito “viernes 20 de Enero a las 21.00 cena con Jorge en casa.”

A las diez, se dispuso a comerse el risotto amazacotado y a beberse la botella de vino entera. ¡Que menos! otra cita sin éxito. Pero esta era la peor y de largo, por lo menos las otras se habían presentado, esta ni siquiera había llamado.
Cuando terminó de cenar, sentada en el sofá, se sacó sus anteojos de pasta, rectangulares de color negro y los puso encima de la mesita del salón. Se tapó con la manta verde y encendió la tele a ver cualquier estúpido programa.
Así, se quedó dormida hasta que el teléfono sonó en mitad de la noche, cuando ya nadie lo esperaba.
- ¿Si?- respondió Marga.
- Hola Marga, soy Jorge.-dijo el chico con tono animado.
- ¿Jorge?
- Si, ¿como estas?
- Mmmmm
- ¿Te llamaba para ver si querías quedar conmigo?
- ¿Cómo quedar contigo?
- Si, para tomar algo.
- ¿Me estas tomando el pelo?- preguntó Marga bastante cabreada.
- No, ¿Por qué? ¿No te apetece?
- A ver Jorge-dijo la chica intentando guardar la calma- habíamos quedado HOY para cenar en mi casa, a la NUEVE. No te has presentado y ahora- miró hacia su muñeca- ¿a las 12h me llamas a casa para decirme que si quiero tomar algo contigo?
- ¡Noooooo?- dijo Jorge incrédulo. ¿habíamos quedado hoy?
No obtuvo respuesta.
- Entonces… Marga, lo siento, lo siento, lo siento. Se me había pasado por completo ¡De verdad! Imagínate que te llamaba para vernos. Déjame compensarte. Por favor, por favor, esto no puede quedar así.
A pesar de estar medio dormida y todavía un tanto enfadada por el plantón, sonrió al ver que el chico tenia interés por ella.
- ¡Ya lo tengo!- exclamó. En una hora. Nos vemos en una hora en la calle Picasso nº13, 5º 2ª. Te tendré una sorpresa preparada.
- ¿Ahora?
-Te espero- dijo el chico emocionado antes de colgar.

Marga se quedó pensativa con el auricular en la mano. La noche todavía podía acabar bien.
Se enfundó unos tejanos nuevos, en lugar de la falda ya arrugada, se retocó un poco y salió a la calle. Prefería ir andando y que le diera el aire. No estaba demasiado lejos.
Llegó diez minutos antes pero estaba tan impaciente por ver la sorpresa que Jorge le había preparado que no pudo controlarse y pulsó el timbre del interfono.
Nadie respondió. Marga alzó la vista, miró el viejo edificio y vio que las ventanas de la casa estaban todas cerradas.
No por favor-pensó-que no me haya equivocado escribiendo la dirección.
De pronto el interfono emitió un ruidito vibrante bastante molesto, ella empujó la puerta y se abrió.
La escalera no estaba en muy buen estado; la barandilla estaba oxidada y la luz se apagaba antes de llegar al siguiente interruptor. Por supuesto, no había ascensor y tuvo que subir andando hasta el quinto piso.
Al llegar arriba golpeó la puerta con la mano.
Ya casi era la 1h de la mañana.
Desde dentro se oyó un:
- ¡Ya voooooy!
En ese momento sus manos empezaron a sudar y su respiración se aceleró ligeramente, casi de manera imperceptible.
Cuando la puerta se abrió, un chico se abalanzó sobre ella, abrazándola. Esta sorprendida se retiro unos pasos sin logar soltar palabra. No conocía de nada al moreno que tenia delante. No estaba nada mal, ¿pero a que venia todo aquello?
Se oyeron unos pasos que bajaban por la escalera y rompieron la tensa escena.
- Veo que ya conoces a Mateo, mi compañero de piso.
- Bueno la verdad es que…
Jorge se acercó hacia ella y antes que pudiera terminar la frase le susurró que no le hiciera mucho caso ya debería estar medio borracho.
Marga entró en la caótica casa de Jorge. Solo en la entrada una gran montaña de ropa no les dejaba abrir la puerta. Eso es de Ruth, le comentó el chico, dice que no le cabe en la habitación.
- Tu como si estuvieras en tu casa le dijo al llegar al salón. Ja! Como en su casa- pensó ella. Consiguió coger la silla que parecía mas entera para sentarse, ya que las otras dos estaban rotas y la ultima llena de libros.
Mateo se sentó en una de las sillas rotas pero no parecía importarle y cogió una caja de fotografías.
Marga prefirió entrar en la habitación de Jorge antes que quedarse con ese extraño abraza-desconocidas.
- ¡No! ¡no entres!- dijo su amigo, ¡ya casi esta!
Marga respiro hondo y se volvió a sentar. En la mesa una jarra, seguro que el vino ya estaba avinagrado.
Mateo se mesaba la barba queriendo mostrase interesante. La chica cogió un libro de la gran montaña y empezó a ojearlo. Estaba ya por la pagina tres cuando se percató de la tranquilidad que reinaba en ese extraño lugar. Sólo se oía el sonido de alguien rompiendo papeles. Era Mateo.
Jorge salió de su escondrijo y por fin dijo:
-¡Vamos!
- Oye, susurró Marga, ¿qué le pasa a tu amigo?
No te preocupes, su novia le ha dejado, esta rompiendo sus fotos. Hace lo mismo con cada novia que tiene.
La chica se relajó cuando cerraron la puerta de ese piso y empezaron a subir las escaleras.
Un escalofrío recorrió su cuerpo al tocar con la mano la cortina de terciopelo azul que daba paso a una pequeña terraza.
Menudo espectáculo, varios cojines esparcidos por el suelo de todos los colores: rojos, verdes, lilas, naranjas y amarillos. Una bandeja con un par de vasos y una tetera humeante les estaba esperando.
Una sonrisa se dibujó en su cara de sorpresa.
- Te he preparado un pequeño concierto. Solo para ti.- Dijo Jorge cogiendo la guitarra.-
¡Siéntate!
Marga no dijo nada, solo se sentó, sirvió un poco de té en cada vaso y se dispuso a escuchar la canción que ya estaba tocando su amigo.
Después de tres o cuatro piezas Marga se animó y le acompañó cantando, cosa que no hacia desde adolescente. Incluso Jorge le enseñó un par de acordes lo que acabó con carcajadas a pleno pulmón. Se tumbaron encima las mantas. No se veían nubes, pero tampoco había estrellas. Estuvieron unos minutos mirando el cielo. En silencio, la respiración de Jorge era mas profunda.
Esa noche no terminó hasta las nueve de la mañana. Marga volvió a su casa habiendo rejuvenecido por unos instantes siete años, habiéndose permitido no ser la chica responsable mientras el sol dormía y recordando que los labios de Jorge sabían a fresa ácida.

Escrito por Mar de Borja.